jueves, 29 de noviembre de 2007

Desde el otro lado, opinan...

Hoy un articulo extraído del SPORT....¿miedo, indiferencia...? no sé, lean si les apetece.

La rivalidad Espanyol-Barça

Joan Mª Batlle (SPORT)

Las leyendas. Cuentan los más viejos del lugar que hubo un tiempo en el que los derbies catalanes duraban noventa minutos en el campo y quince días en la calle, la semana anterior y la posterior al encuentro. Aseguran que las discusiones apasionadas entre aficionados e incluso los propios jugadores, a los que muchas veces no les importaba cruzarse apuestas, calentaban el ambiente hasta límites insospechados. Por eso sobre el terreno casi siempre saltaban chispas y en las gradas se escapaban bofetadas. Eran otros tiempos y de ahí, seguramente, debe venir lo de la máxima rivalidad, pues de ser ciertas estas leyendas habrá que convenir que esto ya no es lo que era.

Hoy en día, los jugadores miden sus palabras, saben que es mejor ir con la piel de cordero que de chulos de playa. Es más, muchos son amigos y el hecho de que haya tantos extranjeros a los que ni les va ni le viene eso de la rivalidad tampoco ayuda a crear tensiones. Y valorando las cuestiones estrictamente futbolísticas, hace ya tiempo que el Espanyol dejó de ser rival para el Barça. Estaremos de acuerdo que la rivalidad se ha trasladado a 625 kilómetros de distancia.

Pero este año la cosa es distinta. El Espanyol es cuarto y el Barça, tercero, es un derby de Champions. Hay igualdad deportiva y el morbo de que estos tres puntos pueden poner al modesto por encima del grande. De hecho, una motivación extra para ambos, ya que evitarlo y, en cierta medida, devolver a los pericos la afrenta de la pasada temporada ha de ser objetivo de los culés. Será difícil encontrar más razones para recuperar la máxima rivalidad. Pero faltan 48 horas y sólo la comida, mejor dicho, la no comida entre directivas eleva el grado de tensión. Afortunadamente, dos no se pelean si uno no quiere.

Normalmente, en nuestros tiempos el españolismo vive el derby con más pasión que los barcelonistas, que de alguna manera restan importancia al rival. Dos actitudes peligrosas. Ni la euforia ni la relajación son compañeras del triunfo. Por eso la rivalidad está más en el palco que en el campo.

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